A menudo ocupa los últimos lugares en las prioridades de los gobernantes en el caso que esté incluida en esta categoría. “La cultura es la suma de todas las formas de arte, de amor y de pensamiento, que, en el curso de siglos, han permitido al hombre ser menos esclavizado”, sostenía el escritor francés André Malraux. Las industrias culturales y creativas son sectores dinámicos y en rápida expansión en la economía mundial. “Estas industrias contribuyen al crecimiento, la diversificación de las economías nacionales, generan ingresos y crean empleo. Además, contribuyen a la creación, producción y transmisión de contenido simbólico y sus efectos se extienden a beneficios no económicos. Contribuyen por ejemplo a expandir las oportunidades de la gente a participar en la vida cultural y en la promoción de la diversidad cultural”, dice la Unesco.
Octavio Getino, fundador del Grupo Cine Liberación, participó en el II Congreso Argentino de Cultura que se realizó en nuestra ciudad en 2008, recordó que la década del 50 varios estudios indicaron que la cultura no era un gasto, sino una inversión, una fuente de recursos económicos: dinamiza las empresas; el empleo, la balanza comercial y los intercambios económicos y culturales entre los pueblos. “Lo más significativo es que a las políticas culturales no las manejan aún los encargados de Cultura, sino los responsables de Hacienda y de Economía de cada provincia. Tengo la idea de que, a veces, los funcionarios no tienen mucha información sobre el tema de la cultura, porque la gente de la cultura tampoco se aproxima a los poderes públicos”, señaló. Puso como ejemplo a Buenos Aires que invertía en cultura el 4% del producto interno y a San Luis, con un índice superior el 2%, mientras el resto no llegaba al 1%.
La Unesco recomendó a los países destinar a la cultura, por lo menos, el 1% del presupuesto; en 2008, la Argentina le destinaba al área apenas el 0,24%. El presupuesto tucumano de 2017 es de $54.600 millones y el de Cultura es de $221 millones, es decir un 0,4%.
Con alguna frecuencia se realizan debates y encuentros a lo largo del país acerca de las industrias culturales, a los que no suelen asistir precisamente quienes manejan los destinos de los estados provinciales y del país. Tucumán no es la excepción. Es muy difícil divisar en el público o en calidad de participantes activos a los ministros de Economía. Tal vez ello obedezca a que a una buena parte de nuestros representantes no les enseñaron en la escuela y en las universidades el valor de la historia y de la cultura como pilares de la identidad de una nación.
En otra oportunidad, señalamos que los poderes públicos deben estar al servicio de los ciudadanos y no, al revés. Hay, por cierto, una íntima relación entre educación y cultura. Y si tenemos una clase dirigente escasa o nulamente interesada en lo que producen nuestros artistas y científicos, hasta ahora incapaz además de enlazar, por ejemplo, la cultura con el turismo y la economía, significa que hay una gruesa falla en la educación en lo que a conocimiento de Tucumán se refiere. Difícilmente se pueda proyectar la cultura y convertirla en un motor de la economía como ocurre en otros países, si no conocemos quiénes somos ni de dónde venimos.
“La cultura es lo único que puede salvar un pueblo, porque la cultura permite ver la miseria y combatirla; permite distinguir lo que hay que cambiar y lo que se debe dejar", decía Mercedes Sosa.